Autoestima del Venezolano: Democracia o Marginalidad | Sinopsis
Los eventos más recientes, lo que ha venido sucediendo en el país desde el caracazo de 1989 y de nuestra cotidianidad – cada día que pasa es un nuevo caracazo- hasta la crisis que vivimos nos obliga a ser críticos cuando hablamos de nuestra autoestima.
Decimos que somos un país bello, que nuestra gente es hospitalaria, tierna, inteligente y sencilla y que somos dueños de los mayores depósitos de petróleo y de gas… de una geografía espectacular, pero por otro lado aun a sabiendas que caminamos por el filo de la navaja, fomentamos la división y las contradicciones y paradojas que no acabamos de resolver. La violencia no es un síntoma pasajero… no nació por generación espontánea, es expresión auténtica del abandono, del resentimiento por el maltrato y de la desconfianza que mata nuestras relaciones más íntimas y la venimos cultivando hace doscientos años en las casas, en las escuelas, en las calles, en las cárceles, en las empresas.
Si nos ubicamos en el aquí y ahora, y tratamos de ver en todas las direcciones de uno mismo: adentro, afuera, a la derecha y a la izquierda, toda la intimidad del venezolano ha quedado afectada, aunque la única verdadera medicina que nos pudiera curar todas nuestras heridas- la que no aplicamos - es la autoestima con el aprecio y la valoración de mi mismo, y del otro, de donde florecerá el contacto, la presencia, la credibilidad y todo lo demás que conlleva la autoestima como proceso. La autoestima son muchos procesos: biológicos, psicológicos, neurológicos, educativos, sociales, familiares que necesitamos tomar en cuenta porque son los procesos que crean y movilizan energía, y la distribuyen , y son el poder interior, la fuerza, la determinación, el coraje y la pasión de vivir.
Autoestima no es la imagen, ni es el contenido de lo que se tiene o se hace sino los procesos de arraigo, de identidad y las definiciones personales, y la vinculación con el otro y el desempeño con excelencia.
Lo bueno desde 1989 al 2009 ha sido que se siente un nuevo despertar de una conciencia fortalecida con el derecho a ser lo que queremos ser. Y esto es ya un avance. Pero temo que aunque el venezolano quisiera salir del hueco y busque regresar al camino, no existe el apoyo ni público, ni privado para que lo logre. Hay mucha juventud descontenta y rebelde y metida hasta los tuétanos en la droga y en la violencia buscando algo diferente con el peligro que nunca decida qué quiere hacer como generación de relevo.
Hay muchos oportunistas de oficio, y jalabolas amenazando con destruir los valores y la esencia de un país que ha tenido grandes intelectuales y académicos y profesionales, pero estamos a punto de enterrar nuestros mejores sueños por dejarnos seducir con los cantos de sirena del consumismo. Ha habido intentos sin objetivos, propósitos sin recursos, recursos que van a parar a grupos sin conciencia.
La autoestima nos obliga a salir de la comodidad, a atizar nuestra conciencia y a aprender a defender lo que somos y queremos. Afortunadamente todavía tenemos interioridad para identificar nuestras necesidades y darnos cuenta de las paradojas que nos atrapan entre incongruencias y contradicciones convirtiéndonos en víctimas de nosotros mismos. Este libro es para eso, para reafirmarnos como personas y como venezolanos a carta cabal.
Los eventos más recientes, lo que ha venido sucediendo en el país desde el caracazo de 1989 y de nuestra cotidianidad – cada día que pasa es un nuevo caracazo- hasta la crisis que vivimos nos obliga a ser críticos cuando hablamos de nuestra autoestima.
Decimos que somos un país bello, que nuestra gente es hospitalaria, tierna, inteligente y sencilla y que somos dueños de los mayores depósitos de petróleo y de gas… de una geografía espectacular, pero por otro lado aun a sabiendas que caminamos por el filo de la navaja, fomentamos la división y las contradicciones y paradojas que no acabamos de resolver. La violencia no es un síntoma pasajero… no nació por generación espontánea, es expresión auténtica del abandono, del resentimiento por el maltrato y de la desconfianza que mata nuestras relaciones más íntimas y la venimos cultivando hace doscientos años en las casas, en las escuelas, en las calles, en las cárceles, en las empresas.
Si nos ubicamos en el aquí y ahora, y tratamos de ver en todas las direcciones de uno mismo: adentro, afuera, a la derecha y a la izquierda, toda la intimidad del venezolano ha quedado afectada, aunque la única verdadera medicina que nos pudiera curar todas nuestras heridas- la que no aplicamos - es la autoestima con el aprecio y la valoración de mi mismo, y del otro, de donde florecerá el contacto, la presencia, la credibilidad y todo lo demás que conlleva la autoestima como proceso. La autoestima son muchos procesos: biológicos, psicológicos, neurológicos, educativos, sociales, familiares que necesitamos tomar en cuenta porque son los procesos que crean y movilizan energía, y la distribuyen , y son el poder interior, la fuerza, la determinación, el coraje y la pasión de vivir.
Autoestima no es la imagen, ni es el contenido de lo que se tiene o se hace sino los procesos de arraigo, de identidad y las definiciones personales, y la vinculación con el otro y el desempeño con excelencia.
Lo bueno desde 1989 al 2009 ha sido que se siente un nuevo despertar de una conciencia fortalecida con el derecho a ser lo que queremos ser. Y esto es ya un avance. Pero temo que aunque el venezolano quisiera salir del hueco y busque regresar al camino, no existe el apoyo ni público, ni privado para que lo logre. Hay mucha juventud descontenta y rebelde y metida hasta los tuétanos en la droga y en la violencia buscando algo diferente con el peligro que nunca decida qué quiere hacer como generación de relevo.
Hay muchos oportunistas de oficio, y jalabolas amenazando con destruir los valores y la esencia de un país que ha tenido grandes intelectuales y académicos y profesionales, pero estamos a punto de enterrar nuestros mejores sueños por dejarnos seducir con los cantos de sirena del consumismo. Ha habido intentos sin objetivos, propósitos sin recursos, recursos que van a parar a grupos sin conciencia.
La autoestima nos obliga a salir de la comodidad, a atizar nuestra conciencia y a aprender a defender lo que somos y queremos. Afortunadamente todavía tenemos interioridad para identificar nuestras necesidades y darnos cuenta de las paradojas que nos atrapan entre incongruencias y contradicciones convirtiéndonos en víctimas de nosotros mismos. Este libro es para eso, para reafirmarnos como personas y como venezolanos a carta cabal.
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