Crisis: La Cultura del Subdesarrollo | Sinopsis
La cultura del subdesarrollo, es un reclamo para que no sigamos cultivando la marginalidad, la irrelevancia, la pantalla de ser el mejor país del mundo, la economía más sólida del mundo, el país más feliz del mundo y colocar sobre el tapete nuestro miedo de ser, de hablar, de contribuir y para que todos seamos conscientes de nosotros mismos, de nuestro poder como personas y como comunidad, de nuestra cultura y nos dediquemos a identificar una visión de un país donde todos encontremos las bases para un desarrollo sólido: arraigo, identidad, vinculación y un desempeño efectivo.
Es un libro para continuar el diagnóstico que comenzamos con el libro: “Autoestima del Venezolano: democracia o marginalidad”. Queremos ahondar en los procesos, que nos hacen ser lo que somos, poner en evidencia nuestra manera de pensar, de sentir, de comunicarnos, de ver el mundo y de relacionarnos entre todos. Y seguir insistiendo en la autoestima y en la ecología, para identificar nuestros pecados ecológicos y para aprender a manejar lo que hemos sido. Tenemos petróleo, oro, uranio, riquezas, paisajes, playas, montañas, talentos y no logramos encontrar la fórmula para un desarrollo humanos para todos, sin exclusiones. Tenemos un capital humano rico en talentos, con profesionales valiosos, con gerentes, trabajadores, que se lucen afuera y aquí no los dejamos crecer. Nuestra crisis no es política, ni social, ni económica, es cultural. El subdesarrollo es una manera de pensar, de comunicarnos, de desempeñarnos.
Llevamos trescientos años, mirando hacia el pasado. Necesitamos cambiar nuestra visión y método de análisis. Nuestro liderazgo está centrado en el poder y el pueblo vive dependiente de quién tiene el poder. Fuera de algunas excepciones, no hemos sido capaces de colocar a los mejores, sino que seguimos eligiendo a líderes de escasa presencia y contacto. El problema no es Venezuela. El problema somos los venezolanos, con gobiernos mediocres, que no merecíamos, con líderes con exceso de individualismo, de protagonismo, con escasa preparación. Nuestro problema es la cultura que somos, nuestra manera de pensar, de sentir, de comunicarnos, la que hemos construido y cada uno de los venezolanos que no se siente comprometido con hacer que todo sea diferente.
Somos veinte y siete millones de venezolanos con un país sin visión, sin conciencia, sin sentido y sin liderazgo. Y aunque con frecuencia pensemos que el otro es el culpable y tratemos de evadir nuestra responsabilidad, todos deberíamos reconocer cual ha sido nuestra propia contribución. Cada uno ha contribuido a su manera, con su ignorancia, con su apatía, con su irrelevancia, con su corrupción y pésima gestión a crear una paradoja de ser un país bello-feo, rico-pobre, heroico-cobarde, generoso-tacaño. Somos la polaridad no resuelta, un proyecto de país con poca conciencia de nuestra desubicación, de nuestra escasa identidad y poca vinculación para un desempeño mediocre.
La cultura del subdesarrollo, es un reclamo para que no sigamos cultivando la marginalidad, la irrelevancia, la pantalla de ser el mejor país del mundo, la economía más sólida del mundo, el país más feliz del mundo y colocar sobre el tapete nuestro miedo de ser, de hablar, de contribuir y para que todos seamos conscientes de nosotros mismos, de nuestro poder como personas y como comunidad, de nuestra cultura y nos dediquemos a identificar una visión de un país donde todos encontremos las bases para un desarrollo sólido: arraigo, identidad, vinculación y un desempeño efectivo.
Es un libro para continuar el diagnóstico que comenzamos con el libro: “Autoestima del Venezolano: democracia o marginalidad”. Queremos ahondar en los procesos, que nos hacen ser lo que somos, poner en evidencia nuestra manera de pensar, de sentir, de comunicarnos, de ver el mundo y de relacionarnos entre todos. Y seguir insistiendo en la autoestima y en la ecología, para identificar nuestros pecados ecológicos y para aprender a manejar lo que hemos sido. Tenemos petróleo, oro, uranio, riquezas, paisajes, playas, montañas, talentos y no logramos encontrar la fórmula para un desarrollo humanos para todos, sin exclusiones. Tenemos un capital humano rico en talentos, con profesionales valiosos, con gerentes, trabajadores, que se lucen afuera y aquí no los dejamos crecer. Nuestra crisis no es política, ni social, ni económica, es cultural. El subdesarrollo es una manera de pensar, de comunicarnos, de desempeñarnos.
Llevamos trescientos años, mirando hacia el pasado. Necesitamos cambiar nuestra visión y método de análisis. Nuestro liderazgo está centrado en el poder y el pueblo vive dependiente de quién tiene el poder. Fuera de algunas excepciones, no hemos sido capaces de colocar a los mejores, sino que seguimos eligiendo a líderes de escasa presencia y contacto. El problema no es Venezuela. El problema somos los venezolanos, con gobiernos mediocres, que no merecíamos, con líderes con exceso de individualismo, de protagonismo, con escasa preparación. Nuestro problema es la cultura que somos, nuestra manera de pensar, de sentir, de comunicarnos, la que hemos construido y cada uno de los venezolanos que no se siente comprometido con hacer que todo sea diferente.
Somos veinte y siete millones de venezolanos con un país sin visión, sin conciencia, sin sentido y sin liderazgo. Y aunque con frecuencia pensemos que el otro es el culpable y tratemos de evadir nuestra responsabilidad, todos deberíamos reconocer cual ha sido nuestra propia contribución. Cada uno ha contribuido a su manera, con su ignorancia, con su apatía, con su irrelevancia, con su corrupción y pésima gestión a crear una paradoja de ser un país bello-feo, rico-pobre, heroico-cobarde, generoso-tacaño. Somos la polaridad no resuelta, un proyecto de país con poca conciencia de nuestra desubicación, de nuestra escasa identidad y poca vinculación para un desempeño mediocre.
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